viernes, 17 de julio de 2009

Dime una estrella

Suavemente, la tarde fue cayendo sobre el horizonte. Con el resplandor de la noche, y casi ya sin darse cuenta, los dos acabaron hablando descuidadamente mientras se fijaban más en los gestos como de un espejo del otro que en sus propias palabras desacertadas, más en el espejo de sus ojos. Salieron las primeras estrellas.
En un momento cualquiera, le dijo si quería contemplar el espectáculo más asombroso. Levantó la cabeza y perdió su mirada en el cielo. Luego se volvió hacia ella y miró en sus ojos. Le ofreció la mano para que la cogiera. Ella vaciló un instante, ya no estaban juntos, y todo aquello le parecía raro. Millones de preguntas pasaron por sus ojos en un segundo. Él confió en sentir el tacto de su mano de nuevo, siquiera para vivir juntos aquel milagro, aunque la confianza fuera lo más difícil una vez perdida. Sin embargo, sin reservas o sin despecho, solo por un amor puro, ella confió de nuevo y cogió finalmente su mano.
-Dime una estrella, la que quieras -le dijo mirando el cielo sembrado.
-Esa de allí, la que parpadea más -contestó ella.
Él la miró un instante, cerró los ojos mientras hacía una respiración profunda, y volvió a mirar a la estrella, fijo, inmóvil, esperando. Ella lo miraba con una mezcla de curiosidad y extrañeza. Pasaron momentos como siglos que no pasaba nada. Y de pronto...
...Una sutil vibración en la delicada mano de ella, una dulzura indescriptible... Casi un cosquilleo magnetizado que se extendía por su ser... Establecida la conexión, él se volvió hacia ella, que andaba inquieta con lo que sentía, y aclaró:
-No soy yo, es la estrella.
***
Le habló de innumerables noches contemplándolas, cada una distinta a las otras. Con el tiempo, llegó incluso a percibir no solo sensaciones, sino también imágenes, y músicas. Las estrellas emanaban frecuencias de paz, de perdón, o de sanación. Algunas contaban chistes continuamente. Otras eran hermosas historias de amores. Cada noche, un cielo distinto era el que cantaba infinitas entonaciones de voz o color. Se dio cuenta, por experiencia, que cuando alguien no podía guardar más el amor en su corazón, espontáneamente subía a una estrella, desde donde brillaba en ciclos eternamente. Eso era lo que llamaban tener estrella. Y con esto nadie podía nunca estar solo, arropado por el amor infinito.
Ella pensó un momento en el pasado y lo miraba mientras él adivinaba en el cielo. De repente, ella apretó fuerte su mano, se tensó todo su cuerpo, y vio un resplandor caer del cielo. Él señaló arriba y a ella le dio tiempo a ver la estela fugaz de la estrella incendiada.
Cuál sería de tantas la estrella a la que su amor se iría...
ALEH

3 comentarios:

son son dijo...

Muy bonito, ale, genial historia.
Y como mi mente sólo funciona con intertextualdad, ahí tienes a Herman Hesse y otra estrella.
" Y me contó la historia de un muchacho enamorado de una estrella. Adoraba a su estrella junto al mar, tendía sus brazos hacia ella, soñaba con ella y le dirigía todos sus pensamientos. Pero sabía o creía saber, que una estrella no podría ser abrazada por un ser humano. Creía que su destino era amar a una estrella sin esperanza; y sobre esta idea construyó todo un poema vital de renuncia y de sufrimiento silencioso y fiel que habría de purificarle y perfeccionarle. Todos sus sueños se concentraban en la estrella. Una noche estaba de nuevo junto al mar, sobre un acantilado, contemplando la estrella y ardiendo de amor hacia ella. En el momento de mayor pasión dió unos pasos hacia adelante y se lanzó al vacío, a su encuentro. Pero en el instante de tirarse pensó que era imposible y cayó a la playa destrozado. No había sabido amar. Si en el momento de lanzarse hubiera tenido la fuerza de creer firmemente en la realización de su amor, hubiese volado hacia arriba a reunirse con su estrella.
(...)
Las cosas que vemos son las mismas cosas que llevamos en nosotros. No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría. "

Anónimo dijo...

Ooooohhhhh! Metáfora pura del amor imposible! Pero es así: lo externo es una proyección de lo interno, no hay nada imposible a menos que así lo creas. Y esto es literal. Habría que confiar más en los sueños que en las realidades... Solo es cuestión de seguir creyendo en uno mismo.

dijo...

Tus dos personajes, al mirarse, me han recordado los ojos de brujo con que aprendimos a vernos en Casa Risa. El estallido de emociones y sentimientos me traslada a aquella noche o a la estrella, lo mismo da. Gracias por darle vida al blog y a también a ti son.