sábado, 5 de marzo de 2011

A veces imagino que “existes tan sólo en este libro”, que “puedo suicidarnos con romper una página”, pero vuelvo a la realidad y “el teléfono se convierte en un huésped sin noticias”. Nunca pude imaginar, eso sí, este final para la historia, este guiño añejo del destino. Me niego a entender la trama de este cuento, me niego a visualizar la descripción de los personajes. Intento ser narrador, pero tengo que aceptar la condición de protagonista ajeno a la construcción del relato. Hoy es muy difícil mantenerme al margen, no robarte el teclado del ordenador y reescribir la historia. Sueño que borro los pasajes en que resuelves la intriga, cuando conozco el fondo del misterio y el tiempo se detiene en una enorme pausa descriptiva que muestra nuestras reacciones y evidencia que la historia agotó su tiempo, que la tensión ya está resuelta, que no hay próxima acción. Sueño que puedo borrar a mi antojo, inventar aventuras y convertir este texto en una novela de miles de páginas. Luego dejo de odiar al destino, dejo de anteponer mis impulsos y presento mis respetos al autor, me conmueven sus razones. Y termino releyendo el texto, una vez más, y ¿cómo no?, echándote de menos.

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