lunes, 13 de septiembre de 2010

Tener clase, Manuel Vicent

No depende de la posición social, ni de la educación recibida en un colegio elitista, ni del éxito que se haya alcanzado en la vida. Tener clase es un don enigmático que la naturaleza otorga a ciertas personas sin que en ello intervenga su inteligencia, el dinero ni la edad. Se trata de una secreta seducción que emiten algunos individuos a través de su forma natural de ser y de estar, sin que puedan hacer nada por evitarlo. Este don pegado a la piel es mucho más fascinante que el propio talento. Aunque tener clase no desdeña la nobleza física como un regalo añadido, su atractivo principal se deriva de la belleza moral, que desde el inerior del individuo determina cada uno de sus actos. La sociedad está llena de este tipo de seres privilegiados. Tanto si es un campesino analfabeto o un artista famoso, carpintero o científico eminente, fontanero, funcionaria, profesora, arqueóloga, albañil rumano o cargador senegalés, a todos les une una característica: son muy buenos en su oficio y cumplen con su deber por ser su deber, sin darle más importancia. Luego, en la distancia corta, los descubres por su aura estética propia, que se expresa en el modo de mirar, de hablar, de guardar silencio, de caminimar, de estar sentados, de conreír, de permanecer siempre en un discreto segungo plano, sin rehuir nunca la ayuda a los demás ni la entrega a cualquier causa noble, alejados siempre de las formas agresivas, como si la educación se la hubiera proporcionado el aire que respiran. Y encima les sienta bien la ropa, con la elegancia que ya se lleva en los huesos desde que se nace. Este país nuestro sufre hoy una avalancha de vulgaridad insoportable. Las cámaras y los micrófonos están al servicio de cualquier mono patán que busque, a como dé lugar, sus cinco minutos de gloria, a cambio de humillar a toda la sociedad. Pero en medio de la chabacanería y mal gusto reinante tamién existe gente con clase, ciudadanos resistentes, atrincherados en sus propio baluarte, que aspiran a no perder la dignidad. Los encontrarás en cualquier parte, en las capas altas o bajas, en la derecha y en la izquierda. Con ese toque de distinción, que emana de sus cuerpos, son ellos los que purifican el caldo gordo de la calle y te permiten vivir sin ser totalmente humillado.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Murcia, septiembre de 1999; una pequeña tribu de almas perdidas comienza el primer curso de FILOLOGÍA HISPÁNICA. Nervios, ilusión y poesían nos unían. Entre la vorágine de "polluelos universitarios" un pequeño grupo de avispados estudiantes se alza al vuelo; jueves noche botellón en la fama al son de "La Bamba"; risas, celeridad y una desbortadante energía nos coronan. Poco a poco vamos llegando todos; Javi que siempre traía galletas, Ana que quería salir de fiesta, Rosa y sus eternos cafés, Toñi y sus desayunos lectivos de Itaca, Verónica y sus apuntes, Sonia paseando su eterna melancolía en el trayecto "Murcia- El Palmar", Almu y sus conversaciones de diván, Susana y "Rayuela", Eva con su camiseta "hamletriana", Inma y su tímida sabiduría, Mariángeles y su guitarra, Alejandro y su guitarra... Ya estábamos todos, deleitándonos con las metáforas puras y los desplazamientos calificativos de la poesía de Vicente Aleixandre, o el "tremendismo mágico" de Vicente Cervera, que siempre nos miró con "ojos de perro azul", y cómo no, mención especial, la yod cuarta de Pepe Perona, ¡feliz navidad!


Entre todos estabas tú, Ali, pequeñita y rubita, nuestra "spiri gonçález", siempre brincando de ilusión en ilusión, infatigable hasta la desmesura en noches de café y signo lingüístico, o de un "ojalá" que nunca ha cesado de sonar.

Entre tanto, "Timbres de luz argentina", un nuevo proyecto en el que seguíamos dibujando ventanas juntos. Sin lugar a dudas, la Argentina te caló fondo; allí estaba Juan, y sin mucho pesar, el mar, el viento y la vida nos lo trajeron. Y desde entonces hasta hoy, llevamos y lleváis navegando.

Tenéis la fortuna de compartiros, de ser el uno para el otro, por lo que no nos queda más que desearos toda la felicidad que merecéis.


Ali, tú eres nuestra pequeña hadita, ya sabes, y con tus deseos y propósitos contagias a todos. Una vez más lo has conseguido, como todo lo que te propones.


Sed muy felices, porque no hay mayor deseo para hoy que éste: FELICIDAD.


Os queremos.


viernes, 10 de septiembre de 2010

SIN ESPADAS

Parece que escucho cientos de luces eclosionar a mi paso, una suerte de peldaños se tambalean bajo la ciudad ajena a mi recorrido cotidiano. Me siento furiosa, estoy tan furiosa que el soneto de Lope ha cobrado un sentido inusitado. Las imágenes de ciertos cuadros conocidos se desvirtúan en los cristales huecos de fuentes inimaginarias, que antaño fueron surtidores de aguas de colores. Me rodean cientos de elementos sin sentido alguno, sin orden y sin utilidad. He decidido no tener aliados en esta batalla y casi en esta guerra, aunque en realidad sé que son batalla y guerra perdidas de antemano. Se puede ganar sin buenas armas para el combate, sin escudo o sin celada, pero no se sale victorioso sin la convicción de que las fuerzas y la astucia serán suficientes.