El nombre propio es un deíctico absoluto que carece de significado. Esto conlleva un problema de desambiguación cuando hay dos personas con el mismo nombre. En mi clase de 2ºB , en el liceo de Varsovia donde trabajé, había dos Pawel, así que ya no había ninguno. Decídí entonces llamarlos por el apellido. Uno era Kulpinski y el otro no lo nombraré. En Polonia, cuyo territorio occidental ha basculado entre Prusia y el Imperio Austrohúngaro en repetidas ocasiones, hay abundantes muestras nominales de su pasado germánico. Topónimos, apellidos, préstamos, cristalillos que dejó la historia. Me complacía a veces en llamar a mi alumno por su apellido alemán marcando la pronunciación o fingiendo una entonación marcial, por hacer una gracia, ya que muchos suelen pensar que el alemán nació para ser gritado por militares y que esa es su expresión natural. Él me miraba en silencio y no decía nada.
Era un chico muy alto y delgado, blanco e inexpresivo, de inteligencia analítica, brillante en matemáticas y con muchas dificultades para superar materias como español o polaco. Su timidez y su dificultad con la asignatura lo convertían en un mueble en mi clase, a pesar de mis esfuerzos. Su comportamiento, de natural frío, era especialmente distante conmigo.
En una ocasión me pidió hablar conmigo a solas, después de clase. Le costó expresarse, parecía presa de una gran agitación interior. Sus mejillas estaban rojas y le temblaba la voz. Me preguntó, indignado, conteniéndose, por qué me refería a él por su apellido. Le recordé que había dos Pawel en clase y le pregunté dónde estaba el problema. Me miró de frente, como si mi torpeza hubiera roto algo carísimo. Yo no entendía aquella reacción tan desmesurada. "Mi familia , mis abuelos, mis tíos, estuvieron en Auschwitz, fueron presos polacos. No sobrevivió ninguno. No quiero que vuelva a llamarme ******** nunca, no quiero saber nada de Alemania ni quiero tener nada con Alemania". Yo me disculpé y asumí mi error. En mi mente siguió teniendo el mismo nombre, pero en el breve tiempo que duraron esas clases me dirigí a él como Pawel. Él no me lo perdonó nunca.
Lo que él no sabía es que su apellido alemán era judío.
domingo, 24 de enero de 2010
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