miércoles, 21 de marzo de 2012

LA CRESTA DE LA OLA

Siempre deseamos el cansancio que produce vivir en la cresta de la ola. Los músculos se tensan para mantener nuestros cuerpos en equilibrio sobre el fluído inestable y móvil. Pero el cansancio se compensa con las vistas, que desde la cresta son extraordinarias, por supuesto. A un lado tenemos el camino de subida, esta vista es tremendamente satisfactoria, el observar las dificultades superadas nos enorgullece. El otro lado es el descenso hacia la estabilidad de tierra firme, a la que podemos acceder a través de arena brillante, atractiva y seductora. No se preocupen los que lleguen a una playa con piedras, igualmente se trata de tierra firme y podrán recoger las de colores más inusuales para usarlas como pisapapeles o de fondo de un jarrón transparente, en el que hasta pueden poner flores. Para los que también están en la cresta de la ola y se ven romper contra un acantilado, no exhasperen, no se den por vencidos. Su llegada a tierra firme conlleva mayores riesgos, pero de entre ellos sobrevivirán los más fuertes, los que, a pesar del cansancio por mantener el equilibrio, coordinarán cada uno de sus músculos posibles y no posibles y saltarán sobre la roca en el momento mismo en que la espuma se deshace sobre ella.