lunes, 12 de diciembre de 2011
sábado, 3 de diciembre de 2011
¿SUEÑOS?
Nací en el '80 para comenzar una década que prometía ser polémica. Para mí fue una etapa de aprendizajes importantes, tan importantes como andar, hablar, contar, leer y escribir. Hasta el año '94 no me sentí realmente diferente. Durante la década anterior buena parte de la vida social de mi entorno descansaba en los pilares de la religión, en torno a la iglesia y sus actividades. Este año tocaba confirmar desde la edad "adulta" lo impuesto desde niña. Por supuesto, no podía llevar a cabo semejante responsabilidad sin analizar las contradicciones que me ofrecía a cada paso. El resultado fue que nunca confirmé las creencias de mi entorno y tuve que dar, creo, que miles de explicaciones por ello.
El siguiente punto de inflexión llegó en el año '96, tocaba entonces encauzar el futuro formativo y profesional. Aquí decidí que la enseñanza era el camino y comencé la formación y la reflexión, creo que de forma paralela. Este mismo año me dio la oportunidad de reflexionar sobre las primeras acciones que dañaban la educación. Teníamos puesta tanta confianza en el sistema público que costaba entender la carrera de devaluación que se emprendía. Y más a los 16 años que tienes que familiarizarte con cierta terminología política. No obstante, cotejadas las opiniones de nuestro entorno adulto más cercano, la prensa, y después de muchas conversaciones de recreo y cafés a media tarde, organizamos y asistimos a la primera manifestación en contra de los recortes en educación.
Desde aquí hasta hoy, diciembre del 2011, he dedicado muchas horas a formarme y reflexionar sobre la enseñanza. He asistido también a muchas manifestaciones en contra de los atentados a la educación pública por parte de diferentes formaciones políticas. En algún punto sumé la sanidad a mis preocupaciones, ya que los recortes iban de la mano. Creo que en todos estos años de aprendizaje y reflexión siempre nos creí capaces de parar esta sucesiva devaluación. Siempre creí que la lucha era necesaria, pero insuficiente, que éramos pocos en las calles, pero también confiaba en que nos multiplicaríamos. Y, efectivamente, el monstruo fue creciendo y las calles se llenaron de millares de gritos. Lógicamente el monstruo parece sordo, pero no se engañen, tiene las orejas grandes y el oído intacto, tan solo intenta desmoralizarnos.
Por todo esto, para mí esta crisis no es un devenir económico más. Es un grave punto de inflexión en la carrera de devaluación de la educación y la sanidad públicas. Hoy, una vez más, no voy a confirmar la opinión de mi entorno. Y una vez más saldré a la calle a defender aquello en lo que creo.
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