Hoy tengo la certeza de que el valor necesario era demasiado para mi orgullo. Empeñada en la idea de mantener incorruptible la elegancia que imprimo a mis palabras, dejé de lado la curiosa manera que tienen algunos sentimientos para brotar tras ellas. Una primera reacción ante el imprevisto de tu acontecer cotidiano me sumió, una vez más, en la imagen cuidada de mí misma, razonable, paciente y comprensiva. Nada hacía prever que mis mecanismos de supervivencia, tan útiles antaño, fueran a quedar reducidos por los silencios en los que releo cada mensaje buscando el momento en el que tus palabras me ligaron a ti de una manera tan inconsciente y rotunda. Sigo sin entrever en la construcción de este diálogo dónde puede esconderse tal misterio, pero tengo la certeza de que son celos lo que siento y, tal vez, nostalgia. Nostalgia de cuando era, en verdad, paciente, razonable y comprensiva.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
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